"(…) desde que los seres humanos nos comunicamos de forma social podemos observar la diseminación de mitos y de noticias falsas, con y sin intenciones. Es así que luego de la muerte de Nerón, por casi 100 años muchos (y unos pocos por otros 300 años más) seguían manteniendo que este no había muerto sino fingido su muerte, y que pronto volvería al poder. Claro, esta noticia que luego se convertiría en el mito de Nero Redivirus fue aprovechada por múltiples impostores que querían tomar el poder y era considerada una realidad fáctica por muchos a través del imperio." ~Carlos Alfredo Díaz
¿Alguna vez te has detenido a ver un video sobre conspiraciones? Lo más probable es que sí, aunque sea por un par de segundos, pero sí. Uno más de los coletazos que nos dejó la pandemia es, precisamente, el darle tribuna, buscarle sentido a lo que antes descartábamos de inmediato por considerarlo fake news; sin embargo, tras vivir una pandemia a la que se le atribuye como origen el contacto murciélago-humano, todo parece ser posible.
Es una de las causas y, al menos, no parece una locura, ya que el ser humano es intrínsecamente curioso. Sumado a nuestra actitud cuestionadora postpandémica está el férreo e inherente sentimiento de temor. Tememos que algo o alguien nos haga daño y ese estado vulnerable y pueril hace que seamos las víctimas perfectas para la proliferación de noticias falsas.
¿Te has preguntado por qué la temática zombie sigue siendo tan exitosa? Sabemos que no es cierto, que es científicamente imposible que nos convirtamos en muertos vivientes; sin embargo, sigue pareciéndonos llamativa la idea de realidad más allá de la ficción. Bajo esa lógica, es perfectamente factible la existencia de noticias falsas; pero que existan no es el problema, es más, y tal como lo mencionamos en el epígrafe, desde tiempos remotos lo han hecho. Lo más grave es la difusión masiva sin la necesaria indagatoria: el problema es que no haya nada más tras una primera observación o un mero escaneo sin una lectura completa y comprensiva.
Una nueva era
En un capítulo del quizás más famoso médico de la industria televisiva, aparece una joven madre que lleva a su bebé enfermo en brazos para ser examinado por House. Este le pregunta por el estado de sus vacunas y ella le señala que no las tiene, porque estas no sirven para nada. El problema de ese capítulo se replicaba en el discurso de muchas personas en el período de pandemia y por supuesto que las redes sociales hicieron eco de esto. Entonces: videos “explicativos”, memes, infografías, testimonios en Instagram, etc., medios de todo tipo para promover el no vacunar a los niños.
El combatir las fake news y la desinformación en general parece haberse convertido en la nueva batalla de nuestra época (recordemos que, incluso, se propuso crear un Ministerio al respecto). Ahora bien, ¿se puede?, ¿cómo podemos mantener una Internet con la libertad de expresión en el centro sin la generación de fakenews? Paradójicamente, vivimos en la era de la información, pero ya no podemos confiar en esta.
Tenemos todos los medios para informarnos, mas parecen desinformarnos. Claramente, el lenguaje tampoco contribuye, pues el uso de la traducción literal “noticias falsas” se aplica a todo tipo de contenido que ni siquiera puede hacerse pasar por noticia y tampoco puede concebirse como falso, porque no es que carezca totalmente de verdad, sino que es engañoso.
Perfectamente legal
Pese a la gravedad que supone el dejar de vacunar a los niños por la carencia de inmunización que se presentaría en su sistema; no es ilegal. Tal como lo lees, no es ilegal difundir ese tipo de ideas, ¿sabes por qué? Porque no se trata de imágenes de abuso sexual infantil o contenido que incite a la violencia, o sea, no está tipificado como delito o falta. En nuestro país y en gran parte del mundo es perfectamente legal publicar una mentira descabellada.
Incluso, el mismísimo Mark Zuckerberg pidió una regulación global para moderar el discurso, pero, al igual que todos quienes se han manifestado al respecto, sin aclarar o establecer concretamente qué entiende, qué se entiende y qué debiésemos entender por contenido "inapropiado" o "dañino". Una vez más nos enfrentamos a la dicotomía ¿qué sí y qué no?
La responsabilidad de las redes sociales
Lo más fácil siempre es atribuirle toda la responsabilidad a un tercero y, en este caso, resulta mejor aún cuando hablamos de gigantes de los medios que debiesen contar con equipos, herramientas, aplicaciones, infraestructura, etc., etc., para actuar como filtros de verdad. En nuestro blog anterior: ¿Cómo se mantiene limpio Internet? hablamos sobre el rol que desempeñan los moderadores de contenido; mas determinar qué es falso no está dentro de sus prioridades y es perfectamente entendible, considerando la enorme cantidad de contenido explícitamente violento que deben eliminar de la web.
La solución entonces sí o sí es a escala global, ¿difícil? Indudablemente, pero las plataformas están acostumbradas a operar a ese nivel y claro que realizan esfuerzos en ello. Aunque también la mayoría de nosotros no estaría muy contento con que estas corporaciones definan qué es cierto y qué no, pues pese a la publicación periódica de informes de transparencia no hay forma alguna de que podamos verificar de forma independiente lo que realmente están señalando.
El rol de las figuras públicas
No colaboran, definitivamente, no colaboran. Los medios de comunicación y las figuras políticas, académicas o del mundo del entretenimiento, pudiendo desempeñar un papel crucial, se han dedicado a ampliar y difundir rumores y conspiraciones cuando quieren. Ellos al igual que nosotros (muchas veces inocentemente) solo estamos aumentando la contaminación de desinformación.
Se ha precisado que la regulación a nivel mundial es la clave en términos de limpieza de nuestro ecosistema de información. No obstante, la poca credibilidad, la pésima reputación y la transversal falta de confianza en la esfera política hacen que sea aún más complejo el creer en un filtro desprovisto de intereses particulares. El solo hecho de concebir que el poder de la información radicaría en este grupo de privilegiados nos hace mostrarnos recelosos y dubitativos. De ahí la idea de que necesitamos una respuesta global, no nacional.
Una solución simple
Tal vez la respuesta sea mucho más simple de lo que creemos: somos nosotros. Y sí, se puede. El mayor ejemplo de esto es Wikipedia. ¿Sabías que son personas comunes y corrientes quienes editan la información de la enciclopedia virtual más usada del mundo? Así es. Claramente, no es un sistema perfecto, pero sí nos ha demostrado que con el trabajo adecuado, una visión macro y, sobre todo, mucha transparencia, se puede construir algo en Internet por personas para personas y con bastante confianza. La idea es insistir en la premisa de que no debemos quedarnos nunca con la primera fuente de información, menos si está llena de publicidad.
Creer que un tercero solucionará el problema es una espera estéril; hay gente muy inteligente en todo el mundo trabajando en estos desafíos diariamente. Este mismo artículo supone esa idea. Hay muchas organizaciones que están trabajando con redacciones normalmente competitivas en todo el mundo para desarrollar programas de investigación y colaboración. Sin ir más lejos, los educadores de todo el mundo están probando diferentes técnicas para encontrar formas de hacer que las personas sean críticas con el contenido que consumen. Todos estos esfuerzos son increíbles; la cadena de la educación siempre será una respuesta suficiente, solo que requiere tiempo. Al final, en comunidad podemos reconstruir el bien común que es el uso de la información.
Escrito por: Katherine Hernández Gaete.
Diseño: Valentina Núñez Grandón.
FUENTES:
Campos, E. M. (2019). Desinformación en la Sociedad de la Información y el Conocimiento. La posverdad y las noticias falsas: el uso ético de la información, 81-109.
García, M. L. (2023). Desafío Digital, El: Informarse, Pensar Y Decidir Libremente En La Era Cibernética. Ediciones Granica.
Weidenslaufer, C. y Roberts, R. (Julio, 2023). Regulación de las noticias falsas en Chile y en el derecho comparado. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. 1-36.
Zapatero Gaviria, A. y Barba Martin, R. (2023). ¿Qué sabemos del origen del COVID-19 tres años después? Revista Clínica Española, 223(4), 240-243. https://doi.org/10.1016/j.rce.2023.02.002